domingo, 2 de mayo de 2010

En el País de las Maravillas


A veces nos viene bien volver a ser niños, creo que en el fondo nunca lo dejamos de ser pero entre el crecimiento y la madurez, nos creemos la idea de que hemos cambiado y por lo tanto no podemos soñar ni creer en fantasías porque hay que vivir la realidad, no hay que reír a carcajadas o llorar en público porque debemos guardar la compostura, no podemos tirarnos en la tierra o bañarnos en los charcos de agua después de la lluvia porque hemos tomado consciencia de la higiene...y así vamos sumando a la lista cosas, situaciones y acciones que dejamos de hacer porque “hemos madurado”.
El viernes pasado y con motivo del día del niño, varias mamás fuimos las encargadas de montar un laberinto como parte de las actividades que los niños realizarían ese día, el tema fue Alicia en el país de las maravillas y con mucha creatividad de la mayoría y mucho trabajo de todas, construimos lo que gracias al cuento conocemos como el país de las maravillas sin pensar que ese país de maravillas lo formarían en realidad el entusiasmo, la emoción y la ilusión de los mismos niños.
Deje de ser yo por unas horas, me transforme en un personaje de cuento, Alicia. De inicio sentí un poco de pena caminar por los pasillos del colegio, ni siquiera me había visto en un espejo, tal vez no me atrevía mucho a hacerlo, pero al entrar a la sala en donde se encontraban sentados aproximadamente unos 200 niños, entre ellos mis dos hijos, y escucharlos gritar emocionados “Alicia”…”Mira ahí esta Alicia”, al ver las caras de muchos de ellos con un brillo especial en sus rostros empecé a creerme un poco parte de un cuento mágico. Mi hijo de 4 años me reconoció de inmediato, mi hija de 2 años solo me miraba sonriendo pero por su mirada podía intuir que no reconocía bajo el disfraz y la peluca a su mamá.
Al ir pasando la mañana, me fui convirtiendo en Alicia no solo por fuera sino también por dentro, me encontraba en mi propio país de las maravillas, un país en donde no existía la dura realidad que nos inundan cada mañana en las noticias, en donde no había preocupaciones ni más responsabilidad que la de hacer felices a los niños que nos rodeaban, disfrutar sus caras llenas de alegría e ilusión, contestar preguntas sobre como había hecho para vencer al dragón, si no me había asustado hacerme gigante y pequeña, decirme emocionados que habían visto “mi película”, desear tomarse una foto conmigo o simplemente saludarme de cerca, poco a poco me fueron transmitiendo una energía muy especial.
A veces, llegaba algún niño al que le decía su nombre y de pronto abría sus ojitos con asombro preguntando cómo era que “yo” lo conocía…muchos de ellos sabían en el fondo que yo no era más que una mamá disfrazada pero seguían el juego de la fantasía y preferían ignorar la verdad.
Fue una experiencia inolvidable, el laberinto fue un éxito sobre todo por la alegría de los niños que lo recorrían una y otra vez aceptando los retos y acciones que “el sombrerero loco” les proponía en la entrada, como saludar con reverencia a las reinas blanca y roja, lo cual hacían con respeto y entusiasmo.
Fue el día del niño, hicimos esto por los niños sin percatarnos siquiera que nosotras volveríamos a ser niñas también y los disfrutaríamos tanto como ellos.

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